Ubicada en la avenida Independencia de la capital del estado Trujillo, se encuentra una de las joyas más emblemáticas de la historia venezolana: La Casa de los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra a Muerte. Este histórico inmueble ha sido testigo de eventos cruciales en la lucha por la independencia y ha alojado a personajes ilustres como el Libertador Simón Bolívar en sus diversas estancias en la ciudad.
La historia de esta casa se remonta a la época colonial. Aunque no existen registros exactos sobre su construcción, es posible que el terreno donde se encuentra ya estuviera demarcado en la traza de la ciudad de Trujillo desde 1570, según actas del Cabildo de ese año. Es probable que para 1575, el área ya contara con la presencia del Monasterio de los Franciscanos, lo que sugiere la existencia de una estructura en este lugar desde tiempos tempranos.
Fotografía tomada por Rafael Terán el día 22-6-2009, de la edicion del Cojo Ilustrado, Año V, Nº 108, del 15 de junio de 1896. |
A finales del siglo XVIII, la casa fue adquirida por Jacobo Antonio Roth, un rico comerciante y funcionario de la Renta del Tabaco del Imperio Español, descendiente de escoceses. Roth transformó la pequeña vivienda en una residencia familiar, construyendo una casa con características típicas de la época: techada de paja y con tapias de bahareque. Esta casa se convertiría en el hogar de la ilustre familia Roth Briceño, cuyos miembros jugarían roles importantes en la historia de Trujillo.
Este recinto no es solo una construcción antigua; es un lugar donde se firmaron documentos que cambiaron el curso de la historia venezolana. Aquí, el Libertador Simón Bolívar redactó y firmó la célebre Proclama de Guerra a Muerte el 15 de junio de 1813, un documento que marcó una nueva etapa en la lucha por la independencia de Venezuela, declarando la guerra sin cuartel a los realistas españoles.
Posteriormente, en noviembre del mismo año, la casa fue nuevamente escenario de un evento histórico cuando se firmaron los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, los cuales establecían las bases para humanizar el conflicto bélico y regular las hostilidades entre los bandos en conflicto.
Un Monumento Nacional
El valor histórico de esta casa fue reconocido oficialmente el 30 de abril de 1963, cuando fue decretada como Monumento Histórico Nacional. Desde entonces, ha sido objeto de restauraciones y conservaciones que buscan preservar su estructura y el legado que alberga. Hoy en día, la casa funciona como museo y cuenta con un guía permanente que ofrece a los visitantes un recorrido detallado por la historia que encierran sus paredes.
Después de los acontecimientos independentistas, la casa pasó por varias manos. A principios de la década de 1840, el General trujillano Cruz Carrillo adquirió la casa, junto con dos tachuelas de oro y la cama de cobre donde había dormido Bolívar. Carrillo vivió en la casa con su familia hasta su fallecimiento en 1865. Posteriormente, la casa fue vendida y heredada por distintos propietarios, hasta que en 1942 fue adquirida por el Gobierno Nacional.
Durante años, la casa fue utilizada para diferentes propósitos. Funcionó como la sede de la Escuela Federal Graduada “Cristóbal Mendoza” y luego albergó la “Biblioteca 24 de Julio”, creada en honor al centenario de la muerte del Libertador. En 1942, se convirtió en la sede del Ateneo de Trujillo, y en 1958, fue asignada como el hogar del Centro de Historia del Estado Trujillo, encargado de su conservación.
Hoy en día, La Casa de los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra a Muerte sigue siendo un símbolo de la lucha por la libertad y un recordatorio del espíritu indomable de los venezolanos. Su preservación no solo mantiene viva la memoria de los eventos que allí tuvieron lugar, sino que también ofrece a las nuevas generaciones la oportunidad de conectar con un pasado lleno de sacrificio y heroísmo.
Visitar este monumento es adentrarse en la historia de Venezuela, caminar por los mismos pasillos que recorrieron grandes personajes y sentir la energía de un lugar que, aunque ha sido testigo de guerras y acuerdos, sigue en pie como un baluarte de la independencia y la dignidad.
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