La gastronomía de Trujillo, ubicada en la región andina de Venezuela, es un reflejo de la riqueza cultural y la herencia de sus antepasados. Aquí, las sopas, guisos y productos locales se combinan para crear platos que no solo alimentan, sino que también cuentan historias de tradición y costumbres.
Uno de los platos más representativos de la
región son las hallacas de caraotas, también conocidas como
"carabinas". Estas delicias están hechas con masa de maíz pilado, rellenas
de caraotas negras, y envueltas en hojas de piñuela o de plátano, las cuales
les confieren un sabor distintivo. Durante la época navideña, estas hallacas se
enriquecen con garbanzos y se cocinan con un guiso crudo, lo que requiere una
cocción prolongada de alrededor de cuatro horas.
Los pastelitos andinos son otra joya
culinaria de Trujillo. Este típico desayuno, que se encuentra en todos los
pueblos de la región, está hecho con harina de trigo y se rellena con un guiso
de carne mechada, garbanzos, arroz, y aliños. Sin embargo, es común encontrar
variaciones con rellenos de queso, pollo mechado, carne molida con arroz, entre
otros.
La arepa de trigo es un alimento esencial
en la dieta trujillana. Asada en un budare sobre un fogón de leña, esta arepa
representa el pan de cada día para los habitantes de la región. Además, el mojito
andino, una sopa similar a la pisca andina de Mérida, es un plato reconfortante
que se disfruta en cualquier momento del día, siendo especialmente popular en
el desayuno y la cena.
Entre los productos lácteos, destaca la cuajada, un queso muy popular que se elabora rallando y licuando queso blanco entero para formar una pasta similar a la manteca, ideal para untar. El queso ahumado en fogón de leña también es muy apreciado en la región.
El ají trujillano es un condimento
fundamental en la cocina local. Las variedades más comunes son el chirere y el
forote, que se mezclan con suero y flores de maguey para fermentar,
preferiblemente en una botella de totuma o tapara, obteniendo un picante que es
tanto un orgullo como un desafío para los paladares más valientes.
Las bebidas tradicionales también juegan un
papel crucial en la gastronomía de Trujillo. El café aliñado, preparado con
canela y clavos de olor durante el tostado, es una delicia matutina. El vino de
mora, elaborado artesanalmente con moras de la región, papelón, azúcar, y agua,
es una bebida distintiva que complementa cualquier celebración. La mistela, un
aguardiente mezclado con clavos de olor y canela, es utilizada tradicionalmente
para celebrar el nacimiento de los niños en las zonas rurales. Finalmente, la leche
'e burra, un ponche casero a base de miche sanjonero, huevos y leche
condensada, es una bebida que no puede faltar en las reuniones festivas.
La gastronomía trujillana es, en esencia,
un mosaico de sabores que refleja la identidad de su gente, conservando las
costumbres heredadas de sus antepasados Timoto-Cuicas y de los colonos
españoles, quienes dejaron una huella imborrable en los hábitos alimenticios de
la región. Desde el café mañanero hasta el ají picante que adereza cada comida,
pasando por el sancocho de gallina y el dulce de lechoza verde, cada plato es
un testimonio vivo de la historia y la cultura de Trujillo.
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