Mecánico popular, autodidacta, hombre de tierra que nació en el Jardín de Venezuela. Zambrano no necesitó estudios aeronáuticos para lograr una hazaña inimaginable: Volar el primer avión con sello criollo por los cielos trujillanos.
Por David Rojo
Los
habitantes de Boconó no caían del asombro y la alegría cuando un ave de hierro
paseaba los cielos del Jardín de Venezuela por vez primera. Entre ellos se
encontraba Vicente Zambrano, quien desde ese momento sintió un soplo que lo
motivó a decir “Yo soy uno de los que debe crear un avión de esos, y mañana
empiezo a hacer ese avión”.
Así dijo su
viuda Rosa Amparo Valladares en un documental de ConCiencia TV años atrás. Los
documentalistas intentaban descifrar la vida y la obra del trujillano que
tiempo después vería su sueño cristalizado como protagonista de una hazaña
épica en su momento.
Y En aquel
Boconó de finales de los años treinta era común escuchar “Lo que no arregla Don
Vicente no lo arregla nadie”, así se refiere su viuda y afirma la cronista
oficial de Boconó Lourdes Dubuc de Isea al refrán que iba de montaña en montaña
en aquel territorio andino. Era cuestión de tiempo para que la historia le
diera la razón a la imaginación de Zambrano.
Haciendo
posible lo imposible
aviacioncivil.com.ve |
Junto a sus
amigos y compadres, aquellos que lo acompañaban incluso en las parrandas
nocturnas, Vicente Zambrano comenzó a idear los planos y las ideas generales
para lograr que el aparato pudiera volar.
“El soñaba
con eso, se paraba en la madrugada y tenía papeles donde anotaba todo. (Vicente
Zambrano) decía que una persona le daba los datos para que construyera el
avión” afirma Valladares, la última Rosa que lo acompañó hasta su muerte.
La cronista Dubuc de Isea basada en el libro
artesanal “Breve historia del avión monoplano diseñado y construido por el
Boconés José Vicente Zambrano P.” de Emiro Cáceres, compadre y único testigo
del inventor popular dijo: “Inicia en su taller el fantástico proyecto hasta
que va formando toda la estructura de su anhelada avión”.
La que fuera su esposa recuerda “Él quería
mucho la tela de satén rígida porque decía que con esa fue que le dio
resultado”.
En el
documental el físico Raúl Estevez recuerda que en el taller del trujillano
había un aviso muy particular donde se alertaba que no se arreglaban carros.
“Era como para ahuyentar a la gente. Tenía en el taller un montón de máquinas,
él las iba fabricando conforme las iba necesitando” dijo.
Madera, cuchillos y machetes fueron creando
las hélices, no fue una ni dos, fueron miles de pruebas para dar con la
estructura perfecta, tanto así que según Estevez, Zambrano le dijo que cuando
cortaba la leña para cocinar le salían hélices”.
Un
fracaso le da un nuevo impulso
En 1940
junto a sus hermanos Porfirio y Hernan Zambrano y varios de sus amigos llevan
la primera prueba al caserío Los Pantanos, lugar donde años más tarde se construiría
el aeropuerto de Boconó, para sobrevolar la aeronave artesanal.
En su primer
intento el accidentado terreno levanta el avión por la cola peligrosamente
chocando contra el piso y desarmándose parte del aeroplano.
“Él venía muy descontento, sus amigos le dijeron que abandonara el proyecto y él dijo que no lo iba a abandonar” dijo en el documental Rosa Valladares.
Zambrano
decide aplazar la idea de sobrevolar los cielos por un largo tiempo para
encargarse de mantener a su familia. Pasarían los años sin lograr el objetivo
que incluso golpeaba en las noches de sueño en aquellas montañas andinas.
El momento definitivo y sus preparativos
La página de
la Aviación Civil nos dice que el trujillano adquiere un motor de un Volkswagen
año 1948 (cuyo uso en aviación experimental era ya común) y lo modifica
colocando rodamientos de bolas en vez de los cojinetes, elimina el sistema
eléctrico Delco y le adapta los magnetos de un Tractor Allis Chalmers, todo
esto para hacer el motor más ligero.
Para su
nueva versión del avión hace el fuselaje de tubo de acero galvanizado “de los
que sirven para conducir agua” y niples. Para doblar los tubos hizo una maquina
hidráulica, que contaba también con un compresor y un caucho. Los
amortiguadores eran de hoja de resorte de automóvil.
El entelado
de la aeronave se hizo con tela de satén rígido pintado. Como parabrisas, usó
unos plásticos, que de acuerdo a las fotos parecen ser de la lona de techo de
un vehículo Jeep descapotable. Para determinar el centro de gravedad, cuelga el
aparato de un techo.
Surcar los cielos del Jardín de Venezuela
Foto: aviacioncivil.com.ve |
En el mismo sitio en el que no pudo décadas atrás lograr la hazaña, hizo su segundo intento. Zambrano encendió el aeroplano y comenzó el despegue. Nos dice el físico Estevez: “le despegó y logró darle una vuelta a Boconó. Dice que se asustó muchísimo cuando se vio en el aire y bajó un poco aterrado”.
Resignado,
Vicente Zambrano decidió hacer el necesario aterrizaje forzoso y chocó contra
un árbol, sólo fueron algunos rasguños que eran minúsculos ante la proeza
aeronáutica que había gestado.
“Ese era el
sueño de su vida, hacer una máquina que volara” afirmó Lourdes Dubuc de Isea.
El ocho de
diciembre de 1966 Vicente Zambrano viaja a Maracay para donar al museo
aeronáutico de la Fuerza Aérea venezolana el bautizado Boconó I.
Lamentablemente
hasta la fecha no se conoce el paradero del aeroplano que hizo historia en la
aviación civil venezolana.
Sin embargo,
existe un documento que avala el ingreso del avión y fotografías del momento.
El
trujillano intentó luego volar un helicóptero hecho por él mismo, pero desistió
de su intento. Relata su viuda que le dijo que no quería seguir con ese
proyecto “Hizo un arpa y amanecía cantado”.
Reconocimientos después de su muerte
Zambrano
además de construir el primer avión venezolano, tiene en su haber la
elaboración de los planos del helicóptero Simón Bolívar, armas de fuego, una
estufa de gas, una máquina para hacer monedas, así como la reparación de un
carro marca Ford que se había desechado al no tener en Venezuela, personas
idóneas para reparar el automóvil.
En vida
recibió reconocimientos por su parte de la Aviación Venezolana en 1966, del
Ministerio del Trabajo “Orden al Mérito en el Trabajo en su Primera Clase 1984”
el premio “Luis Zambrano” a la inventiva Tecnológica 1992, de la Fundación La
Salle y el Instituto de Universitario de Tecnología Agropecuaria de Boconó
1994, entre otros.
El
Ministerio de Ciencias y Tecnología e Innovación entregó en 2012 un
reconocimiento Post-Morten a don Vicente Zambrano.
Su esposa
recuerda, “A él no le gustaban los reconocimientos después de muerto ¡Ya pá qué!”
Lo cierto es que Boconó vio nacer a un hombre que no conoció la palabra imposible y que pudo hacer realidad el deseo más antiguo del ser humano, volar por los cielos, y Vicente lo logró, pudo pasear por la señorial Boconó y conocer desde una vista única, el por qué fue llamada el Jardín de Venezuela.
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